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COLOMBIA GUERRA/PAZ

Estoy en medio de la selva en el sur de Colombia. Llevo ya algunos días recorriendo el departamento del Caquetá, una parte de Colombia dominada históricamente por la guerrilla de las FARC-EP (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejercito del Pueblo), desde hace décadas. Entre caminos de tierra, el ardiente sol, humedad y el sudor constante, intento entender todo lo que siento en cuanto miro el verde maravilloso que rodea estos pueblos perdidos. El tiempo acá pasa lentamente, lo que intensifica las sensaciones sobre un lugar “prohibido” para los visitantes: Estoy en una cantina donde se vende cerveza y café, ubicada en una de las esquinas de la plaza de San Vicente del Caguán. En los alrededores de esta pequeña ciudad se encuentran reunidos en lugares específicos los excombatientes de la FARC-EP, el grupo guerrillero más viejo de América del Sur, con más de 50 años de existencia, se ubicaron aquí en el año de 2016 cuando se acogieron al acuerdo de paz firmado con el Gobierno de Juan Manuel Santos, acuerdo que desmovilizó a más de 13.608 exguerrilleros según datos de la Misión de Verificación de la ONU. Aunque ya han transcurrido más de 5 años de ese proceso, no puedo dejar de sentir la tensión que esta zona del país me produce; los recuerdos de la violencia y la guerra inevitablemente dejaron una profunda huella en mi y, diría yo, en cada colombiano. Es imposible que esto no pase en un país que a sufrido los horrores de la guerra por más de 50 años; de alguna forma todos hemos sido tocados por ese monstruo. 

 

En medio de esta guerra vivió “Diana” – su nombre de guerra como ella misma lo dice. La conocí en días anteriores cuando visité una pequeña ciudad al lado de un rio y en medio de una selva exuberante, Cartagena del Chairá. No hace mucho tiempo, antes del acuerdo de paz, pasaban grandes cantidades de droga por el rio que bordea la ciudad cargamentos controlados estrictamente por los grupos armados. En los alrededores de esta pequeña ciudad se encuentra un barrio ilegal, construido por personas desplazadas de sus tierras, campesinos, exguerrilleros y familias pobres que encuentran un lugar donde construir su casa y su vida, todos con algo en común, la desafortunada cercanía con algún tipo de violencia. En este lugar, 

escucho atentamente a Diana, mujer fuerte y exguerrillera, donde imagino yo, curtió una fortaleza que desborda a cada palabra que pronuncia; esa aura cambia drásticamente a otra igual de intensa cuando recuerda sus dos hijos, a quienes no ve ya hace algún tiempo y me los muestra en la pantalla de su teléfono. 

 

Estamos sentados hablando después del almuerzo, un delicioso sancocho, una sopa espesa compuesta por papas, yuca, plátanos y algún tipo de carne, además de cilantro, cebolla y tomate, hablamos mientras los niños del barrio pasan por su casa para tomar agua panela (bebida compuesta de agua y azúcar de caña) 

mezclada con limón. Nos resguardamos del intenso sol y el calor debajo de una refrescante sombra en el patio trasero de su casa, construida de madera y con un piso de tierra cuidado escrupulosamente. Diana comparte esta casa con su actual compañero, también exguerrillero, en algún momento de la conversación Diana mirándome a los ojos me dice que nunca volverá a la guerra, como si esto fuera una certeza, anhelo que este deseo se cumpla, aunque en las actuales condiciones el proceso de paz se ve amenazado. Mientras reflexiono, Diana continúa hablando del cómo fue vivir dentro de la guerrilla, los días en medio de la selva, la imposibilidad de volver a una vida tranquila en algún lugar, el amor. En cuanto habla todos los recuerdos parecen lejanos, pero solo han pasado algunos años desde que ella recorría la selva con sus camaradas, escondida del ejercito y lista para el combate armado. Me habla del tiempo inmediatamente después de dejar la guerrilla y los comienzos de una nueva vida en una pequeña ciudad con su compañero de la época, me cuenta con voz serena que él tenia serias mutilaciones a causa de un bombardeo del ejercito. En este bombardeo perdió los dos ojos, después de esto cuando construían una vida lejos de las armas fue asesinado mientras dormía al lado de su pequeña hija – Diana lo presencio todo, en el atentado el arma usada se bloqueó por lo cual Diana no fue asesinada, después de esto…

Continua.

Marcelo Londoño 
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